Bible Gateway passage: Mateo 7-21 - Traducción en lenguaje actual (2024)

Table of Contents
No juzguen a los demás Pedir, buscar y llamar La entrada estrecha El árbol y su fruto ¡Cuidado! Dos clases de personas Jesús sana a un hombre Un capitán romano Jesús sana a mucha gente Los que querían seguir a Jesús La gran tormenta Dos hombres con muchos demonios El hombre que no podía caminar Jesús llama a Mateo Jesús enseña sobre el ayuno Una niña muerta y una mujer enferma Jesús sana a dos ciegos Jesús sana a un mudo Jesús tiene compasión de la gente Los doce discípulos Jesús envía a los doce Advertencia sobre el peligro Consejos Hablar de Jesús Jesús advierte a sus discípulos Los premios Juan el Bautista La gente que no cree Jesús alaba a Dios Los discípulos arrancan espigas de trigo Jesús sana a un hombre en sábado Jesús, servidor de Dios Jesús y el jefe de los demonios El fruto bueno y el fruto malo Una señal milagrosa El espíritu malo que regresa La madre y los hermanos de Jesús El ejemplo de las semillas ¿Por qué Jesús enseña con ejemplos? Jesús explica el ejemplo de las semillas La mala hierba y el trigo La semilla de mostaza La levadura Jesús cumple lo dicho por medio de un profeta Jesús explica el ejemplo de la cizaña El tesoro escondido La joya fina La red de pescar Cosas nuevas y cosas viejas Jesús viaja a Nazaret La muerte de Juan el Bautista Jesús da de comer a mucha gente Jesús camina sobre el agua Jesús sana a los enfermos en Genesaret Las enseñanzas de los antepasados Lo que realmente contamina Una mujer no judía confía en Dios Jesús sana a muchos enfermos Jesús da de comer a mucha gente La señal de Jonás Las enseñanzas de los fariseos ¿Quién es Jesús? Jesús habla de su muerte Jesús se transforma Jesús sana a un muchacho Jesús habla otra vez de su muerte El impuesto para el templo ¿Quién es el más importante? La oveja Perdonar es importante El que no quiso perdonar Enseñanza sobre el divorcio Jesús bendice a los niños El joven rico Los trabajadores en la viña Jesús habla otra vez de su muerte La petición de una madre Jesús sana a dos ciegos Jesús entra en Jerusalén References

No juzguen a los demás

7»No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. 2Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás.

3»¿Por qué te fijas en lo malo que hacen otros, y no te das cuenta de las muchas cosas malas que haces tú? Es como si te fijaras que en el ojo del otro hay una basurita, y no te dieras cuenta de que en tu ojo hay una rama. 4¿Cómo te atreves a decirle a otro: “Déjame sacarte la basurita que tienes en el ojo”, si en tu ojo tienes una rama? 5¡Hipócrita! Primero saca la rama que tienes en tu ojo, y así podrás ver bien para sacar la basurita que está en el ojo del otro.

6»No den a los perros las cosas que pertenecen a Dios, ni echen delante de los cerdos lo que para ustedes es más valioso. Los cerdos no sabrán apreciar su valor, y los perros pueden morderlos a ustedes.

Pedir, buscar y llamar

7»Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá. 8Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.

9»Nadie le da a su hijo una piedra, si él le pide pan. 10Ni le da una serpiente, si le pide un pescado.

11»Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará buenas cosas a quienes se las pidan.

12»Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados, porque eso nos enseña la Biblia.

La entrada estrecha

13»Es muy fácil andar por el camino que lleva a la perdición,[a] porque es un camino ancho. ¡Y mucha gente va por ese camino! 14Pero es muy difícil andar por el camino que lleva a la vida, porque es un camino muy angosto. Por eso, son muy pocos los que lo encuentran.

El árbol y su fruto

15»¡Cuídense de los profetas mentirosos, que dicen que hablan de parte de Dios! Se presentan ante ustedes tan inofensivos como una oveja, pero en realidad son tan peligrosos como un lobo feroz. 16Ustedes los podrán reconocer, pues no hacen nada bueno. Son como las espinas, que sólo te hieren. 17-18El árbol bueno sólo produce frutos buenos y el árbol malo sólo produce frutos malos. 19El árbol que no da buenos frutos se corta y se quema. 20Así que ustedes reconocerán a esos mentirosos por el mal que hacen.

¡Cuidado!

21»No todos los que dicen que yo soy su Señor y dueño entrarán en el reino de Dios. Eso no es suficiente; antes que nada deben obedecer los mandamientos de mi Padre, que está en el cielo. 22Cuando llegue el día en que Dios juzgará a todo el mundo, muchos me dirán: “Señor y dueño nuestro, nosotros anunciamos de parte tuya el mensaje a otros. Y también usamos tu nombre para echar fuera demonios y para hacer milagros”. 23Pero yo les diré: ¡Apártense de mí, gente malvada! ¡Yo no tengo nada que ver con ustedes!

Dos clases de personas

24»El que escucha lo que yo enseño y hace lo que yo digo, es como una persona precavida que construyó su casa sobre piedra firme. 25Vino la lluvia, y el agua de los ríos subió mucho, y el viento sopló con fuerza contra la casa. Pero la casa no se cayó, porque estaba construida sobre piedra firme.

26»Pero el que escucha lo que yo enseño y no hace lo que yo digo es como una persona tonta que construyó su casa sobre la arena. 27Vino la lluvia, y el agua de los ríos subió mucho, y el viento sopló con fuerza contra la casa. Y la casa se cayó y quedó totalmente destruida.»

28Cuando Jesús terminó de hablar, todos los que escuchaban quedaron admirados de sus enseñanzas, 29porque Jesús hablaba con toda autoridad, y no como los maestros de la Ley.

Jesús sana a un hombre

8Después de que Jesús bajó de la montaña, mucha gente lo siguió. 2De pronto, un hombre que tenía lepra se acercó a Jesús, se arrodilló delante de él y le dijo:

—Señor, yo sé que tú puedes sanarme.[b] ¿Quieres hacerlo?

3Jesús puso la mano sobre él y le contestó:

—¡Quiero hacerlo! ¡Ya estás sano!

Y el hombre quedó sano de inmediato. 4Después, Jesús le dijo:

—¡Escucha bien esto! No le digas a nadie lo que sucedió. Vete a donde está el sacerdote, y lleva la ofrenda que Moisés ordenó.[c] Así los sacerdotes serán testigos de que ya no tienes esa enfermedad.

Un capitán romano

5En cierta ocasión, Jesús fue al pueblo de Cafarnaúm. Allí, se le acercó un capitán del ejército romano 6y le dijo:

—Señor Jesús, mi sirviente está enfermo en casa. Tiene fuertes dolores y no puede moverse.

7Entonces Jesús le dijo:

—Iré a sanarlo.

8Pero el capitán respondió:

—Señor Jesús, yo no merezco que entre usted en mi casa. Basta con que ordene desde aquí que mi sirviente se sane y él quedará sano. 9Porque yo sé lo que es dar órdenes y lo que es obedecer. Si yo le ordeno a uno de mis soldados que vaya a algún sitio, ese soldado va. Si a otro le ordeno que venga, él viene; y si mando a mi sirviente que haga algo, lo hace.

10Jesús se quedó admirado al escuchar la respuesta del capitán. Entonces le dijo a la gente que lo seguía:

—¡Les aseguro que, en todo Israel, nunca había conocido a alguien que confiara tanto en mí como este extranjero! 11Oigan bien esto: De todas partes del mundo vendrá gente que confía en Dios como confía este hombre. Esa gente participará en la gran cena que Dios dará en su reino. Se sentará a la mesa con sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. 12Pero los que habían sido invitados primero a participar en el reino de Dios, serán echados fuera, a la oscuridad. Allí llorarán de dolor y les rechinarán de terror los dientes.

13Luego Jesús le dijo al capitán:

—Regresa a tu casa, y que todo suceda tal como has creído.

En ese mismo instante, su sirviente quedó sano.

Jesús sana a mucha gente

14Jesús fue a casa de Pedro y encontró a la suegra de éste en cama, con mucha fiebre. 15Jesús la tocó en la mano y la fiebre se le quitó. Entonces ella se levantó y le dio de comer a Jesús.

16Al anochecer, la gente llevó a muchas personas que tenían demonios. Jesús echó a los demonios con una sola palabra, y también sanó a todos los enfermos que estaban allí.

17Así, Dios cumplió su promesa, tal como lo había anunciado el profeta Isaías en su libro: «Él nos sanó de nuestras enfermedades».

Los que querían seguir a Jesús

18Jesús vio que mucha gente lo rodeaba. Por eso, ordenó a sus discípulos que lo acompañaran al otro lado del Lago de Galilea. 19Cuando llegaron allá, un maestro de la Ley se le acercó y le dijo:

—Maestro, yo te acompañaré a dondequiera que vayas.

20Jesús le contestó:

—Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero yo, el Hijo del hombre, no tengo un lugar donde descansar.

21Otro de sus discípulos le dijo después:

—Señor, dame permiso para ir primero a enterrar a mi padre; luego te seguiré.

22Jesús le contestó:

—¡Deja que los muertos[d] entierren a sus muertos! ¡Tú, sígueme!

La gran tormenta

23Jesús subió a la barca y se fue con sus discípulos. 24Todavía estaban navegando cuando se desató una tormenta tan fuerte que las olas se metían en la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. 25Entonces sus discípulos fueron a despertarlo:

—¡Señor Jesús, sálvanos, porque nos hundimos!

26Jesús les dijo:

—¿Por qué están tan asustados? ¡Qué poco confían ustedes en Dios!

Jesús se levantó y les ordenó al viento y a las olas que se calmaran, y todo quedó muy tranquilo. 27Los discípulos preguntaban asombrados:

—¿Quién será este hombre, que hasta el viento y las olas lo obedecen?

Dos hombres con muchos demonios

28Cuando Jesús llegó a la región de Gadara, que está a la otra orilla del lago, dos hombres que tenían demonios salieron de entre las tumbas. Eran tan peligrosos que nadie podía pasar por ese camino. Cuando los dos hombres se acercaron a Jesús, 29los demonios gritaron:

—¡Jesús, Hijo de Dios!, ¿qué vas a hacernos? ¿Vas a castigarnos antes del juicio final?

30No muy lejos de allí había muchos cerdos, y 31los demonios le suplicaron a Jesús:

—Si nos sacas de estos hombres, déjanos entrar en esos cerdos.

32Jesús les dijo:

—Entren en ellos.

Los demonios salieron de los dos hombres y entraron en los cerdos. Entonces todos los cerdos corrieron sin parar, hasta que cayeron en el lago, donde se ahogaron.

33Los hombres que cuidaban los cerdos huyeron al pueblo. Allí contaron lo que había pasado con los cerdos y con los dos hombres que habían tenido demonios. 34La gente del pueblo fue a ver a Jesús, y le rogaron que se marchara de aquella región.

El hombre que no podía caminar

9Después de esto, Jesús subió a una barca y cruzó al otro lado del lago para llegar al pueblo de Cafarnaúm, donde vivía. 2Allí, algunas personas le llevaron a un hombre acostado en una camilla, pues no podía caminar. Al ver Jesús que estas personas confiaban en él, le dijo al hombre: «¡Ánimo, amigo! Te perdono tus pecados.»

3Algunos de los maestros de la Ley, que estaban en aquel lugar, pensaron: «¿Qué se cree éste? ¿Se imagina que es Dios? ¡Qué equivocado está!»

4Pero Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, así que les preguntó: «¿Por qué piensan algo tan malo? 5Díganme: ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? 6Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo poder en la tierra para perdonar pecados.»

Entonces Jesús le dijo al que no podía caminar: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»

7El hombre se levantó y se fue a su casa. 8Cuando la gente vio esto, quedó muy impresionada y alabó a Dios por haber dado ese poder a los seres humanos.

Jesús llama a Mateo

9Cuando Jesús salió de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado cobrando impuestos para el gobierno de Roma. Entonces Jesús le dijo: «Sígueme».

Mateo se levantó y lo siguió.

10Ese mismo día, Jesús y sus discípulos fueron a comer a casa de Mateo. Allí también estaban comiendo otros cobradores de impuestos y gente de mala fama. 11Cuando algunos fariseos vieron a toda esa gente, les preguntaron a los discípulos:

—¿Por qué su maestro come con cobradores de impuestos y con pecadores?

12Jesús oyó lo que decían los fariseos y les dijo:

—Los que necesitan del médico son los enfermos, no los que están sanos. 13Mejor vayan y traten de averiguar lo que Dios quiso decir con estas palabras: “Prefiero que sean compasivos con la gente, y no que me traigan ofrendas”. Yo vine a invitar a los pecadores para que sean mis discípulos, no a los que se creen buenos.

Jesús enseña sobre el ayuno

14Los discípulos de Juan el Bautista fueron a ver a Jesús y le preguntaron:

—Nosotros y los fariseos ayunamos mucho. ¿Por qué tus discípulos no hacen lo mismo?

15Jesús les respondió:

—En una boda, los invitados no están tristes mientras el novio está con ellos. Pero llegará el momento en que se lleven al novio. Entonces los invitados ayunarán.[e]

16»Si un vestido viejo se rompe, no se le pone un parche de tela nueva. Porque al lavarse el vestido viejo, la tela nueva se encoge y rompe todo el vestido; y entonces el daño es mayor.

17»Tampoco se echa vino nuevo en recipientes viejos, porque cuando el vino nuevo fermenta, hace que se reviente el cuero viejo; así se pierde el vino nuevo, y se destruyen los recipientes. Por eso, hay que echar vino nuevo en recipientes de cuero nuevo. De ese modo, ni el vino ni los recipientes se pierden.

Una niña muerta y una mujer enferma

18Mientras Jesús hablaba, llegó un jefe de los judíos, se arrodilló delante de él y le dijo: «¡Mi hija acaba de morir! Pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a vivir.»

19Jesús se levantó y se fue con él. Sus discípulos también lo acompañaron.

20-21En el camino, pasaron por donde estaba una mujer que había estado enferma durante doce años. Su enfermedad le hacía perder mucha sangre. Al verlos pasar, la mujer pensó: «Si tan sólo pudiera tocar el manto de Jesús, con eso quedaría sana.» Entonces se acercó a Jesús por detrás y tocó su manto. 22Jesús se dio vuelta, vio a la mujer y le dijo: «Ya no te preocupes, tu confianza en Dios te ha sanado.»

Y desde ese momento la mujer quedó sana.

23Jesús siguió su camino hasta la casa del jefe judío. Cuando llegó, vio a los músicos preparados para el entierro, y a mucha gente llorando a gritos. 24Jesús les dijo: «Salgan de aquí. La niña no está muerta, sino dormida.»

La gente se rió de Jesús. 25Pero una vez que sacaron a todos, Jesús entró, tomó de la mano a la niña, y ella se levantó.

26Todos en esa región supieron lo que había pasado.

Jesús sana a dos ciegos

27Cuando Jesús salió de allí, dos ciegos lo siguieron y comenzaron a gritarle:

—¡Jesús, tú que eres el Mesías, ten compasión de nosotros!

28Los ciegos siguieron a Jesús hasta la casa. Y cuando ya estaban adentro, Jesús les preguntó:

—¿Creen ustedes que puedo sanarlos?

Ellos respondieron:

—Sí, Señor; lo creemos.

29Entonces Jesús les tocó los ojos y dijo:

—Por haber confiado en mí, serán sanados.

30De inmediato, los ciegos pudieron volver a ver. Pero Jesús les ordenó:

—No le cuenten a nadie lo que pasó.

31Sin embargo, ellos salieron y le contaron a toda la gente de aquella región lo que Jesús había hecho.

Jesús sana a un mudo

32Después de que aquellos hombres salieron de la casa, unas personas le trajeron a Jesús un hombre que no podía hablar porque tenía un demonio. 33Cuando Jesús expulsó al demonio, el hombre pudo hablar. La gente que estaba allí se quedó asombrada, y decía: «¡Nunca se había visto algo así en Israel!»

34Pero los fariseos decían: «Si Jesús expulsa a los demonios, es porque el jefe mismo de todos los demonios le da ese poder.»

Jesús tiene compasión de la gente

35Jesús recorría todos los pueblos y las ciudades. Enseñaba en las sinagogas, anunciaba las buenas noticias del reino de Dios, y sanaba a la gente que sufría de dolores y de enfermedades. 36Y al ver la gran cantidad de gente que lo seguía, Jesús sintió mucha compasión, porque vio que era gente confundida, que no tenía quien la defendiera. ¡Parecían un rebaño de ovejas sin pastor!

37Jesús les dijo a sus discípulos: «Son muchos los que necesitan entrar al reino de Dios, pero son muy pocos los discípulos para anunciarles las buenas noticias. 38Por eso, pídanle a Dios que envíe más discípulos, para que compartan las buenas noticias con toda esa gente.»

Los doce discípulos

10Jesús reunió a sus doce discípulos. A cada uno le dio poder para expulsar malos espíritus y para sanar toda clase de enfermedades.

2A los doce discípulos que Jesús eligió, los llamó apóstoles. Éstos son sus nombres: Simón, mejor conocido como Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan, hijos de Zebedeo; 3Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el cobrador de impuestos, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, 4Simón el patriota[f] y Judas Iscariote, que fue el que después traicionó a Jesús.

Jesús envía a los doce

5Jesús envió a estos doce discípulos con las siguientes instrucciones:

«No vayan por lugares donde vive gente que no es judía. Tampoco vayan a los pueblos de la región de Samaria. 6Mejor vayan a los israelitas, pues son un pueblo que anda como rebaño perdido.

7»Cuando vayan, anuncien este mensaje: “Ya está por llegar el reino de Dios”.

8»Sanen también a los enfermos. Devuélvanles la vida a los muertos. Sanen a los leprosos, y libren de los demonios a la gente. ¡No cobren nada por hacerlo, pues el poder que Dios les ha dado a ustedes tampoco les costó nada!

9»Y no lleven dinero 10ni provisiones para el camino. Tampoco lleven bastón ni otro par de zapatos, ni otra muda de ropa. Porque todo el que trabaja tiene derecho a ser alimentado.

11»Cuando lleguen a un pueblo o a una ciudad, busquen a alguien que merezca su confianza, y quédense a vivir en su casa hasta que se vayan del lugar. 12Cuando entren en esa casa, saluden ofreciendo la paz a todos los que vivan en ella. 13Si merecen la paz, la tendrán. Si no la merecen, no la tendrán.

14»Si en alguna casa o pueblo se niegan a recibirlos o escucharlos, salgan de ese lugar y sacúdanse el polvo de los pies en señal de rechazo. 15Les aseguro que, en el día del juicio final, ese pueblo será más castigado que las ciudades de Sodoma y Gomorra.[g]

Advertencia sobre el peligro

16»El trabajo que yo los envío a hacer es peligroso. Es como enviar ovejas a un lugar lleno de lobos. Por eso, sean listos y estén atentos como las serpientes, pero sean también humildes, como las palomas.

17»Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades y los golpearán en las sinagogas. 18Por ser ustedes mis discípulos, los llevarán ante reyes y gobernadores, y ustedes hablarán de mi parte ante ellos y ante su gente.

19»Cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir, ni cómo van a decirlo, porque en ese momento Dios les indicará lo que deben decir. 20Ustedes no son los que van a hablar, sino que el Espíritu de Dios hablará por ustedes.

21»Entre hermanos se traicionarán unos a otros. Cada uno entregará al otro para que lo maten. Los padres traicionarán a sus hijos, y los hijos atacarán a sus padres y los matarán. 22¡Todo el mundo los odiará a ustedes por ser mis discípulos! Pero si ustedes confían en mí hasta el final, yo los salvaré.

23»Cuando la gente de un pueblo los persiga para maltratarlos, huyan a otro pueblo. Les aseguro que yo, el Hijo del hombre, regresaré con todo el poder de Dios, antes de que ustedes terminen de recorrer todos los pueblos de Israel.

24»El discípulo no es más importante que su maestro, ni el esclavo es más importante que su amo. 25Lo más que puede hacer el discípulo es ser igual a su maestro, y el esclavo, igual a su amo. Si la gente dice que yo soy el diablo,[h] entonces, ¿qué no dirán de ustedes, que son mis discípulos?

Consejos

26»No le tengan miedo a nadie. Porque todo lo que esté escondido se descubrirá, y todo lo que se mantenga en secreto llegará a conocerse. 27Si les digo algo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz del día. Si les cuento un secreto, cuéntenselo a todo el mundo. 28No tengan miedo de la gente que puede destruir el cuerpo, pero no la vida que está en ustedes. Más bien, teman a Dios, que tiene el poder de destruirlos totalmente en el infierno.

29»Dos pajaritos no valen más que una moneda. Sin embargo, ningún pajarito muere sin que Dios, el Padre de ustedes, lo permita. 30¡Dios sabe hasta cuántos cabellos tienen ustedes en la cabeza! 31Por eso, no tengan miedo. Ustedes valen mucho más que todos los pajaritos.

Hablar de Jesús

32»Si ustedes les dicen a otros que son mis seguidores, yo también le diré a mi Padre, que en verdad lo son. 33Pero si ustedes le dicen a la gente que no son mis seguidores, yo también le diré a mi Padre que no lo son.

Jesús advierte a sus discípulos

34»No crean ustedes que he venido para establecer la paz en este mundo. No he venido a traer paz, sino pleitos y dificultades. 35He venido para poner al hijo en contra de su padre, a la hija en contra de su madre, y a la nuera en contra de su suegra. 36El peor enemigo de ustedes lo tendrán en su propia familia.

37»Si ustedes prefieren a su padre o a su madre más que a mí, o si prefieren a sus hijos o a sus hijas más que a mí, no merecen ser míos. 38Y si no cargan su cruz[i] y me siguen, no merecen ser míos. 39Si sólo se preocupan por su propia vida, la van a perder. Pero si están dispuestos a dar su vida por causa mía, les aseguro que la van a ganar.

Los premios

40»Cuando una persona los recibe a ustedes, también me recibe a mí. Y cuando una persona me recibe a mí, también recibe a Dios, que es quien me envió.

41»Dios les dará un premio a los que reciban en su casa a un profeta, sólo por saber que el profeta anuncia el mensaje de Dios. El premio será igual al que Dios les da a sus profetas.

»De la misma manera, Dios dará un premio a los que reciban a alguien que obedece a Dios. El premio será el mismo que Dios les da a quienes lo obedecen y hacen lo bueno.

42»Les aseguro que Dios no se olvidará de premiar al que dé un vaso de agua fresca a uno de mis seguidores, aunque se trate del menos importante.»

Juan el Bautista

11Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, se fue para enseñar y anunciar las buenas noticias en otros pueblos.

2Juan el Bautista, que estaba en la cárcel, oyó hablar de todo lo que Jesús hacía y envió a algunos de sus propios discípulos para que le preguntaran a Jesús:

3—¿Eres tú el Mesías que Dios prometió enviarnos, o debemos esperar a otro?

4Jesús respondió:

—Regresen y cuéntenle a Juan todo lo que ustedes están oyendo y viendo:

5»Ahora los ciegos pueden ver
y los cojos caminan bien.
Los leprosos quedan sanos,
y los sordos ya pueden oír.
Los que estaban muertos
han vuelto a la vida,
y a los pobres se les anuncia
la buena noticia de salvación.

6»Dios va a bendecir a los que me ven hacer esto y no me abandonan.»

7Cuando los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar con la gente acerca de Juan, y les dijo:

«Cuando ustedes fueron al desierto, ¿a quién vieron allí? ¿Acaso vieron a un hombre doblado, como las cañas que dobla el viento? 8¿Acaso vieron a alguien vestido con ropa muy lujosa? Recuerden que los que se visten así, viven en palacios, como los reyes. 9¿A quién vieron entonces? ¿Acaso vieron a un profeta? ¡Por supuesto que sí! En realidad, Juan era más que un profeta; 10era el mensajero de quien Dios había hablado cuando dijo:

“Yo envío a mi mensajero
delante de ti,
a preparar todo
para tu llegada.”

11»Les aseguro que todavía no ha nacido un hombre más importante que Juan el Bautista. Pero en el reino de Dios, la persona menos importante es superior a Juan.

12»Desde que Juan el Bautista comenzó a predicar hasta ahora, el reino de Dios avanza a pesar de sus enemigos. Sólo la gente valiente y decidida logra formar parte de él.[j] 13Dios ya había anunciado en la Biblia todo lo que iba a pasar, hasta el momento en que viniera Juan el Bautista. 14Y créanlo o no, cuando Dios dijo que enviaría al profeta Elías, se estaba refiriendo a Juan el Bautista. 15Si en verdad tienen oídos, ¡presten atención!

16»Ustedes, los que viven en esta época, son como los niños que se sientan a jugar en las plazas y les gritan a otros niños:

17“Tocamos la flauta,
pero ustedes no bailaron.
Cantamos canciones tristes,
pero ustedes no lloraron.”

18»Porque Juan el Bautista ayunaba, y ustedes decían que dentro de él había un demonio. 19Luego vine yo, el Hijo del hombre, que como y bebo, y ustedes dicen que soy un glotón y un borracho, que soy amigo de gente de mala fama y de los que no obedecen a Dios. Pero recuerden que la sabiduría de Dios se prueba por sus resultados.»

La gente que no cree

20Jesús estaba muy disgustado con los pueblos donde había hecho la mayoría de sus milagros, porque la gente de esos lugares no había cambiado su forma de vivir ni quería obedecer sólo a Dios. Por eso les dijo:

21«Habitantes de Corazín, ¡qué mal les va a ir a ustedes! ¡Y también les va a ir mal a ustedes, los que viven en Betsaida! Si los milagros que se han hecho entre ustedes se hubieran hecho en las ciudades de Tiro y de Sidón, hace tiempo que los que allí viven habrían cambiado su manera de vivir. Se habrían vestido con ropas ásperas y se habrían echado ceniza en la cabeza, para mostrar su arrepentimiento. 22Les aseguro que en el día del juicio final ustedes van a recibir un castigo mayor que el de ellos.

23»Y ustedes, habitantes del pueblo de Cafarnaúm, que creen que ya están en el cielo, déjenme decirles que van a ser enviados a lo más profundo del infierno. Si los milagros que se han hecho entre ustedes se hubieran hecho entre los habitantes de la ciudad de Sodoma, ellos habrían cambiado y la ciudad aún existiría. 24Les aseguro que en el día del juicio final el castigo que ustedes recibirán será peor que el de ellos.»

Jesús alaba a Dios

25En ese momento, Jesús se dirigió a Dios y le dijo:

«¡Padre, tú gobiernas en el cielo y en la tierra! Te doy gracias porque no mostraste estas cosas a los que saben mucho y son sabios, sino que las mostraste a los niños. 26Y todo, Padre, porque tú así lo has querido.»

27A los que estaban allí les dijo:

«Mi Padre me ha dado todo, y es el único que me conoce, porque soy su Hijo. Nadie conoce a mi Padre tan bien como yo. Por eso quiero hablarles a otros acerca de mi Padre, para que ellos también puedan conocerlo.

28»Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar. 29Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de verdad. Conmigo podrán descansar. 30Lo que yo les impongo no es difícil de cumplir, ni es pesada la carga que les hago llevar.»

Los discípulos arrancan espigas de trigo

12Un sábado, Jesús y sus discípulos andaban por un campo sembrado de trigo. Los discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comerse el grano.[k]

2Cuando los fariseos vieron que los discípulos arrancaban trigo, le dijeron a Jesús:

—¡Mira lo que hacen tus discípulos! ¡Está prohibido hacer eso en el día de descanso!

3Jesús les respondió:

—¿No han leído en la Biblia lo que hizo el rey David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre? 4Entraron en la casa de Dios y comieron el pan sagrado. Ni a David ni a sus compañeros les estaba permitido comer ese pan. Sólo los sacerdotes podían comerlo. 5¿Tampoco han leído los libros de la ley de Moisés? ¿No saben que los sacerdotes pueden trabajar en el templo en el día de descanso, sin que nadie los acuse de nada? 6Pues les aseguro que aquí hay algo más importante que el templo. 7Ustedes no entienden esto que Dios dijo: “No quiero que me sacrifiquen animales, sino que amen y ayuden a los demás”. Si lo entendieran, no estarían acusando a gente inocente. 8Porque yo, el Hijo del hombre, soy quien decide lo que puede hacerse en el día de descanso, y lo que no puede hacerse.

Jesús sana a un hombre en sábado

9Jesús se fue y entró en la sinagoga del lugar. 10Allí había un hombre que tenía una mano tullida. Como los fariseos buscaban la manera de acusar de algo malo a Jesús, le preguntaron:

—¿Permite nuestra ley sanar a una persona en el día de descanso?

11Jesús les respondió:

—Si a uno de ustedes se le cayera una oveja en un pozo en el día de descanso, ¿la sacaría de allí? ¡Por supuesto que sí! 12¡Pues una persona vale mucho más que una oveja! Por eso está permitido hacer el bien en el día de descanso.

13Luego Jesús le dijo al hombre que no podía mover la mano: «Extiende tu mano». El hombre la extendió, y la mano le quedó tan sana como la otra. 14Entonces los fariseos salieron de la sinagoga y comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.

Jesús, servidor de Dios

15Al enterarse Jesús de lo que planeaban los fariseos, se fue de allí, y mucha gente lo siguió. Jesús sanó a todos los que estaban enfermos 16y les ordenó que no contaran a nadie nada acerca de él. 17Así se cumplió lo que Dios había dicho por medio del profeta Isaías:

18«¡Miren a mi elegido,
al que he llamado a mi servicio!
Yo lo amo mucho,
y él me llena de alegría.
Yo pondré en él mi Espíritu,
y él anunciará mi justicia
entre las naciones.
19No discutirá con nadie,
ni gritará.
¡Nadie escuchará su voz
en las calles!
20No les causará más daño
a los que estén heridos,
ni acabará de matar
a los que estén agonizando.
Al contrario, fortalecerá a los débiles
y hará triunfar la justicia.
21¡Todas las personas del mundo
confiarán en él!»

Jesús y el jefe de los demonios

22Unas personas llevaron un hombre a Jesús para que lo sanara. Ese hombre era ciego y mudo porque tenía un demonio. Pero Jesús lo sanó, y el hombre pudo ver y hablar.

23La gente estaba asombrada de lo que Jesús hacía, y se preguntaba: «¿Será Jesús el Mesías que Dios prometió para salvarnos?»

24Pero algunos de los fariseos oyeron a la gente y pensaron: «Jesús libera de los demonios a la gente, porque Beelzebú, el jefe de los demonios, le da poder para hacerlo».

25Jesús se dio cuenta de lo que ellos pensaban, y les dijo:

«Si los habitantes de un país se pelean entre ellos, el país quedará destruido. Si los habitantes de una ciudad se pelean unos contra otros, la ciudad quedará en ruinas. Y si los miembros de una familia se pelean entre ellos mismos, se destruirá la familia. 26Si Satanás lucha contra él mismo, destruirá su propio reino. 27Según ustedes, yo expulso los demonios porque Satanás me da ese poder. Si eso es cierto, entonces ¿quién les da poder a los discípulos de ustedes para echar fuera los demonios? Si ustedes me responden que Dios les da ese poder, quedará demostrado que ustedes están equivocados. 28Y si yo echo fuera los demonios con el poder del Espíritu de Dios, con eso les demuestro que el reino de Dios ya está aquí.

29»Si alguien quiere robar lo que un hombre fuerte tiene en su casa, primero tiene que atar a ese hombre, y después podrá robarle todo.

30»El que no está de mi parte, está contra mí. El que no me ayuda a traer a otros para que me sigan, es como si los estuviera ahuyentando.

31-32»Les aseguro que Dios les perdonará cualquier pecado y todo lo malo que digan. Aun si dicen algo contra mí, que soy el Hijo del hombre, Dios los perdonará. Pero lo que no les perdonará es que hablen mal contra el Espíritu Santo. ¡Eso no lo perdonará, ni ahora ni nunca!

El fruto bueno y el fruto malo

33»Un buen árbol produce buenos frutos, y un mal árbol produce malos frutos. Para saber si un árbol es bueno o malo, sólo hay que fijarse en sus frutos. Lo mismo sucede con las personas: para saber si son buenas o malas, sólo hay que fijarse en las cosas que hacen. 34-35Lo que ustedes enseñan es tan malo como el veneno de una serpiente. ¡Claro! ¿Cómo van a decir cosas buenas, si ustedes son malos? Porque si alguien es bueno, siempre dice cosas buenas, y si es malo, siempre dice cosas malas. 36Les aseguro que en el día del juicio final todos tendrán que explicar por qué hablaron para hacerles daño a los demás. 37Dios juzgará a cada uno de acuerdo con sus palabras: si dijeron cosas buenas se salvarán, pero si dijeron cosas malas serán castigados.»

Una señal milagrosa

38Entonces algunos fariseos y maestros de la Ley le dijeron a Jesús:

—Maestro, queremos que hagas algo que nos demuestre que tú fuiste enviado por Dios.

39Pero Jesús les contestó:

—Ustedes, que son malos y no confían en Dios, me piden darles una prueba. Pero la única prueba que les daré será la del profeta Jonás: 40Así como Jonás estuvo dentro del gran pez tres días y tres noches, así yo también, el Hijo del hombre, estaré dentro de la tumba tres días y tres noches. 41En el juicio final, la gente de la ciudad de Nínive se levantará y hablará contra ustedes para que Dios los castigue. Porque esa gente sí cambió de vida cuando oyó el mensaje que le anunció Jonás. Pero ustedes oyen mi mensaje y no cambian, aunque yo soy más importante que Jonás.

42»La reina del Sur[l] también se levantará en el día del juicio, y hablará contra ustedes. Porque ella vino desde muy lejos a escuchar las sabias enseñanzas del rey Salomón. Pero ustedes no quieren escuchar mis enseñanzas, aunque yo soy más importante que Salomón.

El espíritu malo que regresa

43»Cuando un espíritu malo sale de alguien, anda por el desierto buscando donde descansar. 44Al no encontrar ningún lugar, dice: “Mejor regresaré a mi antigua casa y volveré a vivir en ella”. Cuando regresa, la encuentra desocupada, limpia y ordenada. 45Entonces va y busca a otros siete espíritus peores que él, y todos ellos entran en aquella persona y se quedan a vivir allí. ¡Y esa pobre persona termina peor que cuando sólo tenía un espíritu malo! Esto mismo va a pasarles a ustedes, porque son muy malos.

La madre y los hermanos de Jesús

46Mientras Jesús seguía hablando con la gente, su madre y sus hermanos llegaron a donde él estaba y lo esperaron afuera, pues querían hablar con él. 47Entonces alguien le dijo a Jesús:

—Tu madre y tus hermanos están afuera, y quieren hablar contigo.

48Pero él le preguntó:

—¿Quiénes son en verdad mi madre y mis hermanos?

49Jesús señaló entonces a todos sus discípulos y les dijo:

50—Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que obedece los mandamientos de mi Padre que está en el cielo, es en verdad mi madre, mi hermano y mi hermana.

El ejemplo de las semillas

13Ese mismo día, Jesús salió de la casa donde estaba, fue a la orilla del Lago de Galilea, y allí se sentó para enseñar.[m] 2Como mucha gente llegó a escucharlo, tuvo que subir a una barca y sentarse para enseñar desde allí. La gente permaneció de pie en la playa.

3Jesús les enseñó muchas cosas por medio de ejemplos y comparaciones. Les puso esta comparación:

4«Un campesino salió a sembrar trigo. Mientras sembraba, algunas semillas cayeron en el camino. Poco después vinieron unos pájaros y se las comieron.

5»Otras semillas cayeron en un terreno con muchas piedras y poca tierra. Allí pronto brotaron plantas de trigo, pues la tierra era poco profunda. 6Pero las plantas no vivieron mucho tiempo porque no tenían buenas raíces, y se quemaron cuando salió el sol.

7»Otras semillas cayeron entre espinos. Cuando los espinos crecieron, apretaron las espigas de trigo y no las dejaron crecer.

8»Pero otras semillas cayeron en tierra buena y produjeron una cosecha muy buena. En algunos casos, las semillas sembradas produjeron espigas con cien semillas, otras produjeron espigas con sesenta semillas, y otras produjeron espigas con treinta semillas.

9»¡Ustedes, si en verdad tienen oídos, presten mucha atención!»

¿Por qué Jesús enseña con ejemplos?

10Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:

—¿Por qué enseñas a la gente por medio de ejemplos?

11Jesús les dijo:

«A ustedes yo les permito conocer los secretos del reino de Dios, pero no a los demás. 12Porque a los que saben algo acerca de los secretos del reino, se les permite saber mucho más. Pero a los que no saben mucho de los secretos del reino, Dios les hará que olviden aun lo poquito que saben. 13Yo enseño a la gente por medio de ejemplos; así, por más que miren, no verán nada, y por más que oigan, tampoco entenderán nada. 14Así se cumple en ellos lo que Dios había dicho por medio del profeta Isaías:

“Esta gente,
por más que escuche,
nunca entenderá;
y por más que mire,
nunca verá.
15Pues no aprende ni piensa,
sino que cierra los ojos para no ver,
y se tapa los oídos para no oír.
Si hiciera lo contrario,
entendería mi mensaje,
cambiaría su manera de vivir,
¡y yo la salvaría!”

16»Pero a ustedes, mis discípulos, Dios los ha bendecido, porque ven y escuchan mi mensaje. 17Muchos profetas y mucha gente buena hubieran querido ver lo que ustedes ven y oyen, pero no pudieron.

Jesús explica el ejemplo de las semillas

18»Ahora, pongan atención y les diré lo que significa el ejemplo del campesino. 19Hay algunos que escuchan el mensaje del reino de Dios, pero como no lo entienden, el diablo viene y hace que lo olviden. Éstos son como las semillas que cayeron junto al camino.

20»Las semillas que cayeron entre piedras representan a los que oyen el mensaje del reino de Dios, y lo aceptan rápidamente y con gran alegría, 21pero como no entienden muy bien el mensaje, su alegría dura muy poco. Cuando tienen problemas, o los maltratan por ser obedientes a Dios, enseguida se olvidan del mensaje.

22»Luego están las semillas que cayeron entre los espinos. Estas semillas representan a los que oyen el mensaje, pero no dejan que el mensaje cambie sus vidas. Sólo piensan en lo que necesitan y en cómo hacerse ricos.

23»Finalmente, las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que oyen el mensaje y lo entienden. Éstos sí cambian sus vidas y hacen lo bueno. Son como esas semillas que produjeron espigas con cien, con sesenta, y hasta con treinta semillas.»

La mala hierba y el trigo

24Jesús les puso este otro ejemplo:

«En el reino de Dios sucede lo mismo que le pasó a uno que sembró, en su terreno, muy buenas semillas de trigo. 25Mientras todos dormían, llegó su enemigo y, entre las semillas de trigo, sembró semillas de una mala hierba llamada cizaña, y después se fue.

26»Cuando las semillas de trigo produjeron espigas, los trabajadores se dieron cuenta de que también había crecido cizaña. 27Entonces fueron a donde estaba el dueño del terreno, y le dijeron: “Señor, si usted sembró buenas semillas de trigo, ¿por qué también creció la cizaña?”

28»El dueño les dijo: “Esto lo hizo mi enemigo”.

»Los trabajadores le preguntaron: “¿Quiere que vayamos a arrancar la mala hierba?”

29»El dueño les dijo: “¡No! El trigo y la cizaña se parecen mucho, y a lo mejor ustedes van y arrancan el trigo junto con la cizaña. 30Mejor dejen que las dos plantas crezcan juntas. Cuando llegue el tiempo de la cosecha, podremos distinguir cuál es el trigo y cuál es la cizaña. Entonces enviaré a los trabajadores para que arranquen primero la cizaña, la amontonen y la quemen. Luego recogerán el trigo y lo llevarán a mi granero.”»

La semilla de mostaza

31-32Jesús también les hizo esta comparación:

«Con el reino de Dios pasa algo parecido a lo que sucede con la semilla de mostaza. A pesar de ser muy pequeña, cuando un hombre la siembra en su terreno, crece hasta convertirse en la más grande de las plantas del huerto. Llega a ser tan grande como un árbol, y hasta los pájaros hacen nidos en sus ramas.»

La levadura

33Jesús les puso una comparación más:

«Con el reino de Dios pasa lo mismo que con la harina. Cuando una mujer pone en ella un poquito de levadura, ese poquito hace crecer toda la masa.»

Jesús cumple lo dicho por medio de un profeta

34Jesús le enseñó todo esto a la gente por medio de ejemplos y comparaciones, y sólo así enseñaba. 35De esa manera, Jesús cumplía lo que Dios había dicho por medio del profeta:

«Hablaré a la gente
por medio de ejemplos,
y contaré cosas
que Dios ha tenido en secreto
desde que hizo el mundo.»

Jesús explica el ejemplo de la cizaña

36Jesús dejó a la gente allí y se fue a la casa. Entonces sus discípulos fueron a decirle:

—Explícanos qué significa el ejemplo de la mala hierba en el terreno.

37Jesús les dijo:

«El que siembra la buena semilla de trigo soy yo, el Hijo del hombre. 38El terreno es el mundo, y las buenas semillas de trigo son todos los que obedecen las leyes del reino de Dios. Las semillas de cizaña son los que obedecen al diablo, 39que fue quien las sembró en el mundo. El tiempo de la cosecha es el juicio final, y los trabajadores que recogen la cosecha son los ángeles. 40Cuando Dios juzgue a todos, será como cuando se arranca la mala hierba y se quema. 41Yo, el Hijo del hombre, enviaré a mis ángeles para que saquen de mi reino a todos los que hacen lo malo y obligan a otros a hacerlo. 42A esas personas, los ángeles las echarán en el infierno, y allí tendrán tanto miedo que llorarán y les rechinarán los dientes. 43Pero los que obedecen a Dios brillarán en el reino del Padre como brilla el sol. ¡Ustedes, si en verdad tienen oídos, presten atención!

El tesoro escondido

44»Con el reino de Dios pasa lo mismo que con un tesoro escondido en un terreno. Cuando alguien lo encuentra, lo vuelve a esconder; y después va muy alegre a vender todo lo que tiene para comprar el terreno y quedarse con el tesoro.

La joya fina

45»El reino de Dios también se parece a un comerciante que compra joyas finas. 46Cuando encuentra una joya muy valiosa, vende todo lo que tiene, y va y la compra.

La red de pescar

47»El reino de Dios se parece a una red de pescar. Los pescadores echan la red al mar, y en ella recogen toda clase de peces. 48Cuando la red ya está llena, la sacan a la orilla y se sientan a separar el pescado bueno del malo. Guardan el pescado bueno en una canasta, y tiran el pescado malo. 49Así también sucederá cuando llegue el fin del mundo: Los ángeles saldrán a separar a las personas buenas de las malas. 50A las malas las echarán en el infierno, y allí tendrán tanto horror que llorarán y les rechinarán los dientes.»

Cosas nuevas y cosas viejas

51Jesús les preguntó a sus discípulos:

—¿Entienden ustedes todas estas enseñanzas?

Ellos contestaron:

—Sí, las entendemos.

52Jesús les dijo:

—Todo maestro de la Ley que se convierte en discípulo del reino de Dios, se parece al que va a su bodega, y de allí saca cosas nuevas y cosas viejas.

Jesús viaja a Nazaret

53Cuando Jesús terminó de enseñar con estos ejemplos, se fue de allí. 54Llegó a su pueblo y comenzó a enseñar en la sinagoga. La gente estaba tan sorprendida que algunos decían: «¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿Cómo puede hacer esos milagros?»

Otros decían: 55«Pero, ¡si es Jesús, el hijo de José, el carpintero! Su madre es María, y sus hermanos son Santiago, José, Simón y Judas. 56Sus hermanas aún viven aquí. ¿Cómo es que Jesús sabe tanto y puede hacer estos milagros?»

57Pero ninguno de los que estaban allí quiso aceptar las enseñanzas de Jesús. Entonces él dijo: «A un profeta se le respeta en todas partes, menos en su propio pueblo y en su propia familia.»

58Y como la gente no creía en él, Jesús no hizo muchos milagros en aquel lugar.

La muerte de Juan el Bautista

14En aquel tiempo, Herodes Antipas era gobernador de Galilea. Y cuando supo lo que la gente decía acerca de Jesús, 2un día les dijo a sus asistentes: «En realidad, ese Jesús es Juan el Bautista, que ha vuelto a vivir. Por eso tiene poder para hacer milagros».

3-4Tiempo atrás, Juan el Bautista le había dicho a Herodes: «¡Lo que has hecho no está bien! Herodías es la esposa de tu hermano Filipo, y tú se la quitaste para casarte con ella».

Entonces Herodes se enojó contra Juan, y ordenó que lo arrestaran, lo encadenaran y lo pusieran en la cárcel. 5Herodes quería matar a Juan. Pero no se atrevía a matarlo porque le tenía miedo a la gente, pues muchos creían que Juan era un profeta.

6Cuando Herodes celebró su cumpleaños, la hija de Herodías bailó delante de los invitados. 7A Herodes le gustó mucho el baile de la muchacha. Por eso prometió darle lo que ella le pidiera. 8Herodías escuchó eso, y convenció a su hija de que le pidiera a Herodes la cabeza de Juan el Bautista.

9Al oír esto, Herodes se puso muy triste, pues había prometido darle todo lo que ella le pidiera, y no podía romper una promesa hecha delante de sus invitados. Así que no tuvo más remedio, y ordenó a sus sirvientes que le dieran a la muchacha lo que pedía. 10Entonces los sirvientes fueron a la cárcel y le cortaron la cabeza a Juan, 11la pusieron en un plato, y se la llevaron a la muchacha. Ella se la entregó a su madre.

12Los discípulos de Juan pasaron a recoger el cuerpo de su maestro y lo enterraron. Después, fueron y le contaron a Jesús lo que había sucedido.

Jesús da de comer a mucha gente

13Cuando Jesús oyó lo que le habían hecho a Juan el Bautista, subió a una barca y se fue a donde pudiera estar solo. Cuando la gente de los pueblos cercanos supo que Jesús se iba, lo siguió por tierra.

14Jesús bajó de la barca y vio que allí había una gran cantidad de gente. Entonces tuvo compasión de ellos y sanó a todos los que estaban enfermos.

15Cuando ya empezaba a atardecer, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron:

—Éste es un lugar solitario, y se está haciendo tarde. Dile a la gente que se vaya a los pueblos y compre su comida.

16Jesús les contestó:

—No tienen que irse. Denles ustedes de comer.

17Los discípulos respondieron:

—Pero no tenemos más que cinco panes y dos pescados.

18Jesús les dijo:

—Tráiganlos aquí.

19Luego de ordenar que la gente se sentara sobre la hierba, Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Después partió los panes y se los dio a los discípulos, para que ellos los repartieran a la gente.

20Todos comieron hasta quedar satisfechos. Y cuando los discípulos recogieron los pedazos que sobraron, llenaron doce canastas. 21Los que comieron fueron como cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños.

Jesús camina sobre el agua

22Después de esto, Jesús ordenó a los discípulos: «Suban a la barca y vayan a la otra orilla del lago. Yo me quedaré aquí para despedir a la gente, y los alcanzaré más tarde.»

23Cuando toda la gente se había ido, Jesús subió solo a un cerro para orar. Allí estuvo orando hasta que anocheció.

24Mientras tanto, la barca ya se había alejado bastante de la orilla; navegaba contra el viento y las olas la golpeaban con mucha fuerza.

25Todavía estaba oscuro cuando Jesús se acercó a la barca. Iba caminando sobre el agua. 26Los discípulos lo vieron, pero no lo reconocieron. Llenos de miedo, gritaron:

—¡Un fantasma! ¡Un fantasma!

27Enseguida Jesús les dijo:

—¡Cálmense! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!

28Entonces Pedro le respondió:

—Señor, si realmente eres tú, ordena que yo camine también sobre el agua y vaya hasta donde tú estás.

29Y Jesús le dijo:

—¡Ven!

De inmediato Pedro bajó de la barca. Caminó sobre el agua y fue hacia Jesús. 30Pero cuando sintió la fuerza del viento, tuvo miedo. Allí mismo empezó a hundirse, y gritó:

—¡Señor, sálvame!

31Entonces Jesús extendió su brazo, agarró a Pedro y le dijo:

—Pedro, tú confías muy poco en mí. ¿Por qué dudaste?

32En cuanto los dos subieron a la barca, el viento dejó de soplar. 33Todos los que estaban en la barca se arrodillaron ante Jesús y le dijeron:

—¡Es verdad, tú eres el Hijo de Dios!

Jesús sana a los enfermos en Genesaret

34Jesús y sus discípulos cruzaron el lago hasta llegar al pueblo de Genesaret. 35Cuando los del pueblo reconocieron a Jesús, dieron aviso por toda la región. Entonces la gente llevó a los enfermos a donde estaba Jesús, 36y le rogaban que al menos los dejara tocar el borde de su manto. ¡Y todos los enfermos que tocaron el manto de Jesús quedaron sanos!

Las enseñanzas de los antepasados

15Algunos de los fariseos y de los maestros de la Ley, que habían venido de Jerusalén, le preguntaron a Jesús:

2—¿Por qué tus discípulos no siguen las costumbres que nuestros antepasados han practicado desde hace mucho tiempo? ¿Por qué no se lavan las manos antes de comer?

3Jesús les dijo:

—¿Y por qué ustedes desobedecen el mandamiento de Dios para obedecer sus propias costumbres? 4Porque Dios dijo: “Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre; la persona que maltrate a su padre o a su madre tendrá que morir.”

5-6»Pero ustedes dicen que uno no desobedece a Dios si le dice a sus padres: “No puedo ayudarlos, porque prometí darle a Dios todo lo que tengo, incluyendo mi dinero.”

»Ustedes no hacen caso de los mandamientos de Dios, con tal de seguir sus propias costumbres. 7¡Son unos hipócritas! Dios tenía razón cuando dijo por medio del profeta Isaías:

8“Este pueblo dice que me obedece,
pero en verdad nunca piensa en mí.
9De nada sirve que ustedes me alaben,
pues inventan reglas
y luego las enseñan
diciendo que yo las ordené.”

Lo que realmente contamina

10Jesús llamó a la gente y le dijo:

—Escuchen y entiendan bien: 11Lo que los hace impuros delante de Dios no es la comida que entra por su boca. Lo que los hace impuros son los insultos y las malas palabras que dicen.

12Entonces los discípulos de Jesús se acercaron y le dijeron:

—A los fariseos no les gustó lo que dijiste.

13Jesús respondió:

—Mi Padre tratará a los fariseos como trata el jardinero a las plantas que no ha sembrado: las arranca de raíz y las echa fuera. 14No hagan caso de los fariseos: son como el ciego que guía a otro ciego, y si un ciego guía a otro, los dos terminan cayéndose en una zanja.

15Pedro preguntó:

—Explícanos qué quisiste decir cuando hablaste de lo que nos hace impuros delante de Dios.

16Jesús respondió:

—¿Tampoco ustedes entienden? 17Todo lo que comemos o bebemos va al estómago, y después el cuerpo lo expulsa. 18-20Pero si la gente dice cosas malas, es porque es mala y siempre está pensando en lo malo: en cómo matar, en cómo ser infieles en el matrimonio, en cómo hacer cosas indecentes, o en cómo robar, o insultar a otras personas, y mentir. A Dios no le agrada que gente así lo alabe. Pero cualquiera puede alabar a Dios, aunque coma sin lavarse las manos.

Una mujer no judía confía en Dios

21Jesús se fue de allí a la región de Tiro y de Sidón. 22Una mujer de esa región, que era del grupo al que los judíos llamaban cananeos, se acercó a Jesús y le dijo a gritos:

—¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de mí y ayúdame! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho!

23Jesús no le hizo caso. Pero los discípulos se acercaron a él y le rogaron:

—Atiende a esa mujer, pues viene gritando detrás de nosotros.

24Jesús respondió:

—Dios me envió para ayudar sólo a los israelitas, pues ellos son para mí como ovejas perdidas.

25Pero la mujer se acercó a Jesús, se arrodilló delante de él y le dijo:

—¡Señor, ayúdame!

26Jesús le dijo:

—No está bien quitarles la comida a los hijos para echársela a los perros.[n]

27La mujer le respondió:

—¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen de las sobras que caen de la mesa de sus dueños.

28Entonces Jesús le dijo:

—¡Mujer, tú sí que tienes confianza en Dios! Lo que me has pedido se hará.

Y en ese mismo instante su hija quedó sana.

Jesús sana a muchos enfermos

29Jesús salió de allí y llegó a la orilla del Lago de Galilea. Luego subió a un cerro y se sentó. 30Mucha gente llevó a Jesús personas que estaban enfermas. Entre ellas había cojos, ciegos, mancos, mudos y muchos otros enfermos. Y Jesús los sanó. 31La gente, asombrada de ver a todos completamente sanos, comenzó a alabar al Dios de los israelitas.

Jesús da de comer a mucha gente

32Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

—Siento compasión de toda esta gente. Ya han estado conmigo tres días, y no tienen comida. No quiero que se vayan sin comer, pues podrían desmayarse en el camino.

33Los discípulos le dijeron:

—Pero en un lugar tan solitario como éste, ¿dónde vamos a conseguir comida para tanta gente?

34Jesús les preguntó:

—¿Cuántos panes tienen?

—Siete panes y unos pescaditos —contestaron los discípulos.

35Jesús le ordenó a la gente que se sentara en el suelo. 36Luego tomó los siete panes y los pescados, y dio gracias a Dios. Partió en pedazos los panes y los pescados, los entregó a sus discípulos, y ellos los repartieron a la gente. 37Todos comieron hasta quedar satisfechos. Con los pedazos que sobraron, llenaron siete canastas. 38Los que comieron fueron como cuatro mil hombres, además de las mujeres y los niños.

39Después Jesús despidió a la gente, subió a una barca y se fue al pueblo de Magadán.

La señal de Jonás

16Algunos de los fariseos y de los saduceos se acercaron a Jesús para ponerle una trampa, y le dijeron:

—Queremos que hagas un milagro que pruebe que Dios te ha enviado.

2Pero Jesús les dijo:

—Cuando ustedes miran el cielo por la tarde, y está rojo, dicen: “¡Va a hacer buen tiempo!” 3Pero si en la mañana el cielo está rojo y nublado, dicen: “¡Hoy va a hacer mal tiempo!” Ustedes entienden muy bien las señales en el cielo acerca del tiempo. ¿Por qué, entonces, no entienden que lo que ahora hago es una señal de Dios? 4Ustedes piden una señal porque son malos y no quieren creer. Pero la única señal que les daré será lo que le pasó al profeta Jonás.

Dicho esto, Jesús los dejó y se fue.

Las enseñanzas de los fariseos

5Jesús y sus discípulos cruzaron al otro lado del Lago de Galilea. Pero los discípulos se olvidaron de llevar pan. 6Y Jesús les dijo:

—Miren, tengan cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos.

7Los discípulos comenzaron a hablar entre ellos, y decían: «Seguramente Jesús dijo eso porque no trajimos pan». 8Jesús se dio cuenta de lo que hablaban, y les dijo:

—¡Qué poco confían en Dios! ¿Por qué se preocupan por no tener pan? 9Entiendan bien lo que les quiero decir; ¿o ya se olvidaron de aquella vez, cuando alimenté a cinco mil hombres con cinco panes nada más? ¿Ya se olvidaron de las canastas que llenaron con los pedazos que sobraron? 10¿Ya no recuerdan que también alimenté a otros cuatro mil con sólo siete panes, y que ustedes llenaron muchas canastas? 11¿No entienden que yo no estaba hablando de pan? ¡Cuídense de la levadura de los fariseos y de los saduceos!

12Entonces los discípulos entendieron que Jesús no estaba hablando de la levadura que se pone en la masa del pan, sino de las malas enseñanzas de los fariseos y de los saduceos.

¿Quién es Jesús?

13Cuando llegaron cerca del pueblo de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

—¿Qué dice la gente acerca de mí, el Hijo del hombre?

14Los discípulos contestaron:

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, y otros dicen que eres el profeta Elías, o el profeta Jeremías, o alguno de los profetas.

15Entonces Jesús les preguntó:

—Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Quién soy yo?

16Pedro contestó:

—Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios que vive y da vida.

17Jesús le dijo:

—¡Bendito seas, Pedro hijo de Jonás! Porque no sabes esto por tu propia cuenta, sino que te lo enseñó mi Padre que está en el cielo. 18Por eso te llamaré Pedro, que quiere decir “piedra”. Sobre esta piedra construiré mi iglesia, y la muerte no podrá destruirla. 19A ti, Pedro, te daré autoridad en el reino de Dios. Todas las cosas que tú prohíbas aquí en la tierra, desde el cielo Dios las prohibirá. Y las cosas que tú permitas, también Dios las permitirá.

20Entonces Jesús ordenó a sus discípulos que no le contaran a nadie que él era el Mesías.

Jesús habla de su muerte

21Desde ese momento, Jesús comenzó a decirles a sus discípulos lo que le iba a pasar: «Tendré que ir a Jerusalén, y los líderes del país, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley me harán sufrir mucho. Allí van a matarme, pero tres días después resucitaré.»

22Entonces Pedro se llevó a Jesús aparte y lo reprendió por hablar así. Le dijo:

—¡Eso no puede sucederte, Señor! ¡Que Dios nunca lo permita!

23Jesús se volvió y le dijo:

—¡Pedro, estás hablando como Satanás! ¡Vete! Tú no entiendes los planes de Dios, y me estás pidiendo que los desobedezca.

24Luego Jesús les dijo a sus discípulos:

«Si ustedes quieren ser mis discípulos, tienen que olvidarse de hacer su propia voluntad. Tienen que estar dispuestos a cargar su cruz[o] y a hacer lo que yo les diga. 25Si sólo les preocupa salvar su vida, la van a perder. Pero si deciden dar su vida por mi causa, entonces se salvarán. 26De nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si al fin de cuentas pierde su vida. Y nadie puede dar nada para salvarla. 27Porque yo, el Hijo del hombre, vendré pronto con el poder de Dios y con mis ángeles, para darles su premio a los que hicieron el bien y para castigar a los que hicieron el mal. 28Les aseguro que algunos de ustedes, que están aquí conmigo, no morirán hasta que me vean reinar.»

Jesús se transforma

17Seis días después, Jesús llevó a Pedro y a los hermanos Santiago y Juan hasta un cerro alto, para estar solos. 2Frente a ellos, Jesús se transformó: Su cara brillaba como el sol, y su ropa se puso tan blanca como la luz del mediodía. 3Luego los tres discípulos vieron aparecer a Moisés y al profeta Elías, y ellos conversaban con Jesús.

4Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno que estemos aquí! Si quieres, voy a construir tres enramadas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías.»

5Mientras Pedro hablaba, una nube brillante vino y se detuvo sobre ellos. Desde la nube se oyó una voz que decía: «Éste es mi Hijo, yo lo amo mucho y estoy muy contento con él. Ustedes deben obedecerlo.»

6Al oír esto, los discípulos se tiraron al suelo, y no se atrevían a mirar, pues tenían mucho miedo. 7Jesús se acercó, los tocó y les dijo: «Levántense y no tengan miedo.»

8Cuando los discípulos se levantaron, vieron que Jesús estaba solo. 9Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó:

—No le cuenten a nadie lo que han visto hasta que yo, el Hijo del hombre, haya muerto y resucitado.

10Los discípulos le preguntaron:

—¿Por qué los maestros de la Ley dicen que el profeta Elías va a venir antes que el Mesías?

11Jesús les respondió:

—Eso es verdad. Elías viene primero, para prepararlo todo. 12Sin embargo, les aseguro que Elías ya vino; pero la gente no lo reconoció, y lo trataron como quisieron. A mí, el Hijo del hombre, también me tratarán así, y sufriré mucho.

13Los tres discípulos entendieron que Jesús estaba hablando de Juan el Bautista.

Jesús sana a un muchacho

14Cuando llegaron a donde estaba la gente, un hombre se acercó a Jesús, se arrodilló ante él 15y le dijo:

—¡Señor, ten compasión de mi hijo y ayúdalo! Está muy enfermo y sufre de terribles ataques. Muchas veces, cuando le da un ataque, cae al fuego o al agua. 16Lo traje para que tus discípulos lo sanaran, pero no han podido hacerlo.

17Jesús contestó:

—Ustedes están confundidos y no confían en Dios. ¿Acaso no pueden hacer nada sin mí? ¿Cuándo van a aprender? ¡Tráiganme aquí al muchacho!

18Jesús reprendió al demonio que estaba en el muchacho, y lo obligó a salir. El muchacho quedó sano. 19Poco después, los discípulos llamaron a Jesús aparte y le preguntaron:

—¿Por qué nosotros no pudimos sacar ese demonio?

20-21Jesús les respondió:

—Porque ustedes no confían en Dios. Les aseguro que si tuvieran una confianza tan pequeña como un grano de mostaza, podrían ordenarle a esta montaña que se moviera de su lugar, y los obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes!

Jesús habla otra vez de su muerte

22Mientras viajaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo a sus discípulos: «Mis enemigos me van a traicionar, 23y me matarán. Pero yo, el Hijo del hombre, resucitaré al tercer día.»

Al oír eso, los discípulos se pusieron muy tristes.

El impuesto para el templo

24Cuando Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a preguntarle a Pedro:

—¿Paga tu maestro el impuesto para el templo?

25Pedro contestó:

—Sí, lo paga.

Cuando Pedro entró en la casa donde estaban todos, Jesús le habló primero y le dijo:

—Dime, Pedro, ¿a quiénes cobran los reyes impuestos y contribuciones? ¿A los ciudadanos de su reino, o a los extranjeros?

26Pedro contestó:

—A los extranjeros.

Jesús dijo:

—Entonces, los ciudadanos del reino no tienen que pagar impuestos. 27Sin embargo, para que estos cobradores no se enojen, ve al mar y echa tu anzuelo. Ábrele la boca al primer pez que saques, y allí encontrarás una moneda. Toma ese dinero, y paga mi impuesto y el tuyo.

¿Quién es el más importante?

18En esa misma ocasión, los discípulos le preguntaron a Jesús:

—¿Quién es el más importante en el reino de Dios?

2Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, 3y les dijo:

—Les aseguro que para entrar en el reino de Dios, ustedes tienen que cambiar su manera de vivir y ser como niños. 4Porque en el reino de Dios, las personas más importantes son humildes como este niño. 5Si alguien acepta a un niño como éste, me acepta a mí.

6»Pero si alguien hace que uno de estos pequeños seguidores míos deje de confiar en mí, merece que le aten al cuello una piedra enorme y lo tiren al fondo del mar.

7»Muchas cosas en el mundo hacen que la gente desobedezca a Dios, y no hay manera de evitarlo. Pero ¡qué mal le irá a quien haga que otro desobedezca a Dios!

8»Si lo que haces con tu mano o con tu pie te hace desobedecer a Dios, mejor córtatelos y tíralos bien lejos. Es mejor vivir para siempre sin una mano o sin un pie, que ir al infierno con las dos manos y los dos pies. 9Si lo que ves con tu ojo te hace desobedecer a Dios, mejor sácatelo y tíralo lejos. Es mejor vivir para siempre con un solo ojo, que ser echado al infierno con los dos.

10-11»Recuerden: No desprecien a ninguno de estos pequeños, porque a ellos los cuidan los ángeles del cielo.[p]

La oveja

12»¿Qué opinan? Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve en la montaña y se va a buscar la oveja perdida? 13Y si la encuentra, de seguro se alegrará más por esa oveja que por las otras noventa y nueve que no se habían perdido. 14De la misma manera, el Dios y Padre de ustedes no quiere que ninguno de estos pequeños se pierda y quede separado de él para siempre.

Perdonar es importante

15»Si uno de mis seguidores[q] te hace algo malo, habla con él a solas para que reconozca su falta. Si te hace caso, lo habrás ganado de nuevo. 16Si no te hace caso, llama a uno o dos seguidores míos, para que te sirvan de testigos. La Biblia enseña que toda acusación debe hacerse frente a dos o más testigos. 17Y si aquel no les hace caso, infórmalo a la iglesia. Y si tampoco quiere hacerle caso a la iglesia, tendrás que tratarlo como a los que no creen en Dios, o como a uno de los que cobran impuestos para el gobierno de Roma.[r]

18»Les aseguro que cualquier cosa que ustedes prohíban aquí en la tierra, desde el cielo Dios la prohibirá. Y cualquier cosa que ustedes permitan, también Dios la permitirá.

19»Les aseguro que si dos de ustedes se ponen de acuerdo, aquí en la tierra, para pedirle algo a Dios que está en el cielo, él se lo dará. 20Porque allí donde dos o tres de ustedes se reúnan en mi nombre, allí estaré yo.

21Entonces Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:

—Señor, si un miembro de la iglesia me hace algo malo, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Sólo siete veces?

22Jesús le contestó:

—No basta con perdonar al hermano sólo siete veces. Hay que perdonarlo una y otra vez; es decir, siempre.

El que no quiso perdonar

23»En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que cierta vez sucedió en un país. El rey mandó llamar a sus empleados para que le informaran cómo andaban sus negocios y para que le pagaran todo lo que le debían.

24»Cuando comenzó a sacar cuentas, le llevaron un empleado que le debía sesenta millones de monedas de plata. 25Como el empleado no tenía dinero para pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa y sus hijos, y que vendieran también todo lo que tenía. Así, con el dinero de esa venta, la deuda quedaría pagada.

26»Pero el empleado se arrodilló delante del rey y le suplicó: “Señor, déme usted un poco más de tiempo y le pagaré todo lo que le debo.”

27»El rey sintió compasión de su empleado y le dijo: “Vete tranquilo; te perdono todo lo que me debes.”

28»Al salir del palacio del rey, ese empleado se encontró con un compañero que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y le dijo: “¡Págame ahora mismo lo que me debes!”

29»El compañero se arrodilló delante de él y le suplicó: “Dame un poco más de tiempo y te lo pagaré todo.”

30»Pero aquel empleado no quiso darle tiempo, y mandó que metieran a su compañero en la cárcel, hasta que pagara el dinero que le debía.

31»Los otros compañeros, al ver lo que había pasado, se molestaron mucho y fueron a contárselo al rey.

32»Entonces el rey mandó llamar a aquel empleado y le dijo: “¡Qué malvado eres! Te perdoné todo lo que me debías, porque me lo suplicaste. 33¿Por qué no tuviste compasión de tu compañero, así como yo la tuve de ti?”

34»El rey se puso furioso, y ordenó que castigaran a ese empleado hasta que pagara todo lo que le debía.

35Jesús terminó diciendo: «Lo mismo hará Dios mi Padre con cada uno de ustedes, si no perdonan sinceramente a su hermano.»

Enseñanza sobre el divorcio

19Cuando Jesús terminó de enseñar, salió de la región de Galilea y se fue a la región de Judea, al este del río Jordán. 2Mucha gente lo siguió, y allí sanó a todos los que estaban enfermos.

3Algunos de los fariseos llegaron para tenderle una trampa. Entonces le preguntaron:

—¿Puede un hombre divorciarse de su esposa por cualquier razón?

4Jesús les respondió:

—¿No recuerdan lo que dice la Biblia? En ella está escrito que, desde el principio, Dios hizo al hombre y a la mujer para que vivieran juntos. 5Por eso Dios dijo: “El hombre tiene que dejar a su padre y a su madre, para casarse y vivir con su esposa. Los dos vivirán como si fueran una sola persona.” 6De esta manera, los que se casan ya no viven como dos personas separadas, sino como si fueran una sola. Por tanto, si Dios ha unido a un hombre y a una mujer, nadie debe separarlos.

7Los fariseos le preguntaron:

—Entonces, ¿por qué Moisés nos dejó una ley, que dice que el hombre puede separarse de su esposa dándole un certificado de divorcio?

8Jesús les respondió:

—Moisés les permitió divorciarse porque ustedes son muy tercos y no quieren obedecer a Dios. Pero Dios, desde un principio, nunca ha querido que el hombre se separe de su esposa. 9Y yo les digo que, si su esposa no ha cometido ningún pecado sexual, ustedes no deben divorciarse de ella ni casarse con otra mujer. Porque si lo hacen, serán castigados por ser infieles en el matrimonio.

10Los discípulos le dijeron a Jesús:

—Si eso pasa entre el esposo y la esposa, lo mejor sería no casarse.

11Jesús les contestó:

—Esta enseñanza sólo la entienden las personas a quienes Dios les da como regalo el no casarse. 12Es cierto que algunos no pueden casarse porque, desde antes de nacer, tienen algo que se lo impide. Otros no pueden casarse porque alguien les ha dañado el cuerpo. Pero también hay personas que no se casan, para dedicarse a trabajar solamente para el reino de Dios. Por eso, esta enseñanza es sólo para quienes decidan vivir así.

Jesús bendice a los niños

13Algunas madres llevaron a sus niños para que Jesús pusiera sus manos sobre ellos y orara. Pero los discípulos las regañaron. 14Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: «Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan; porque el reino de Dios es de los que son como ellos.»

15Jesús puso su mano sobre la cabeza de cada uno de los niños, y luego se fue de aquel lugar.

El joven rico

16Un joven vino a ver a Jesús y le preguntó:

—Maestro, ¿qué cosa buena debo hacer para tener vida eterna?

17Jesús le contestó:

—¿Por qué me preguntas qué cosa es buena? Sólo Dios es bueno. Si quieres vivir de verdad, obedece los mandamientos.

18El joven preguntó:

—¿Cuáles mandamientos?

Jesús le dijo:

—No mates; no seas infiel en tu matrimonio; no robes; no mientas para hacerle daño a otra persona; 19obedece y cuida a tu padre y a tu madre; ama a los demás tanto como te amas a ti mismo.

20Entonces el joven dijo:

—Todos esos mandamientos los he obedecido. ¿Qué más puedo hacer?

21Jesús le dijo:

—Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Luego ven y conviértete en uno de mis seguidores.

22Cuando el joven oyó eso, se fue muy triste, porque era muy rico.

23Jesús entonces les dijo a sus discípulos:

—Les aseguro que es muy difícil que una persona rica entre en el reino de Dios. 24En realidad, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para una persona rica entrar en el reino de Dios.

25Los discípulos se sorprendieron mucho al oír lo que Jesús dijo, y comentaban entre ellos:

—Entonces, ¿quién podrá salvarse?

26Jesús los miró y les dijo:

—Para la gente, lograr eso es imposible; pero para Dios todo es posible.

27Pedro le contestó:

—Recuerda que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos, y te hemos seguido. ¿Qué premio vamos a recibir?

28Jesús les respondió:

—Les aseguro que todos ustedes reinarán conmigo cuando yo, el Hijo del hombre, me siente en el trono de mi reino poderoso. Entonces Dios cambiará todas las cosas y las hará nuevas. Cada uno de ustedes gobernará a una de las doce tribus de Israel. 29Y todos los que, por seguirme, hayan dejado a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos o a sus hermanas, a su padre o a su madre, su casa o un terreno, recibirán cien veces más de lo que dejaron, y tendrán además vida eterna. 30Pero muchas personas que ahora son importantes, serán las menos importantes, y muchos que ahora no son importantes, serán los más importantes.

Los trabajadores en la viña

20»En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que pasó en una viña. El dueño salió muy de mañana a contratar hombres para que trabajaran en ella. 2Se puso de acuerdo con los trabajadores para pagarles el salario de un día completo; y los envió a trabajar. 3Como a las nueve de la mañana, el dueño volvió a salir, y en la plaza encontró a varios hombres que estaban desocupados. 4Les dijo: “Vayan a trabajar a mi viña, y les pagaré un salario justo.” Los hombres aceptaron y fueron a trabajar. 5Como a las doce del día, el dueño volvió a hacer lo mismo; y salió otra vez a las tres de la tarde. 6Ya eran las cinco de la tarde cuando el dueño fue de nuevo a la plaza, y vio a otros hombres desocupados. Entonces les preguntó: “¿Por qué han estado ahí todo el día sin hacer nada?”

7»Ellos le contestaron: “¡Porque nadie nos ha dado trabajo!”

»El dueño les dijo: “Vayan a trabajar a mi terreno.”

8»Cuando se hizo de noche, el dueño le dijo al jefe de los trabajadores: “Llama a cada uno de los trabajadores y págales, comenzando por los últimos que vinieron, y terminando por los que vinieron primero.”

9»Entonces se acercaron los trabajadores que llegaron a las cinco de la tarde y recibieron el salario de un día completo. 10Después, cuando pasaron los que habían llegado primero, muy de mañana, pensaron que a ellos les pagarían mucho más. Pero cada uno de ellos recibió el mismo salario de un día completo. 11Después de recibir el dinero, esos trabajadores comenzaron a hablar mal del dueño de la viña 12y le dijeron: “Los que llegaron a las cinco de la tarde sólo trabajaron una hora, pero usted les pagó a ellos lo mismo que a nosotros, que trabajamos todo el día aguantando el calor. Eso no es justo.”

13»Pero el dueño le contestó a uno de ellos: “¡Mira, amigo! Yo no he sido injusto contigo. Recuerda que los dos acordamos que tú trabajarías por el salario de un día completo. 14Toma el dinero que te ganaste, y vete. No es problema tuyo que yo les pague lo mismo a los que vinieron a las cinco. 15Yo puedo hacer con mi dinero lo que me parezca. ¿Por qué te da envidia que yo sea bueno con los demás?”

16Jesús terminó diciendo: «Así, los que ahora son los primeros, serán los últimos; y los que ahora son los últimos, serán los primeros.»

Jesús habla otra vez de su muerte

17Mientras Jesús iba hacia Jerusalén, en el camino reunió a sus doce discípulos y les dijo:

18«Como pueden ver, ahora vamos a Jerusalén. Y a mí, el Hijo del hombre, me entregarán a los sacerdotes principales y a los maestros de la Ley. Ellos dirán que debo morir, 19y me entregarán a mis enemigos para que se burlen de mí, y para que me golpeen y me hagan morir en una cruz. Pero después de tres días, resucitaré.»

La petición de una madre

20-21La madre de Santiago y Juan, que eran dos de los discípulos, fue con ellos a hablar con Jesús. Cuando llegaron, ella se arrodilló delante de Jesús para pedirle un favor. Jesús le preguntó:

—¿Qué es lo que quieres?

Ella le dijo:

—Por favor, ordena que, cuando estés sentado en el trono de tu reino, mis hijos se sienten siempre junto a ti, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.[s]

22Jesús respondió:

—Ustedes no saben lo que piden. ¿Están dispuestos a sufrir todo lo malo que va a pasarme?

Ellos le dijeron:

—Sí, lo estamos.

23Jesús les dijo:

—Les aseguro que ustedes sufrirán mucho, igual que yo. Pero sólo mi Padre decide quiénes serán los más importantes en mi reino. Eso no lo decido yo.

24Cuando los otros diez discípulos se dieron cuenta de todo esto, se enojaron con Santiago y Juan. 25Entonces Jesús los llamó a todos y les dijo:

«Ustedes saben que los que gobiernan a los pueblos se portan como sus amos, y que los grandes señores imponen su autoridad sobre esa gente. 26Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, si alguno de ustedes quiere ser importante, tendrá que servir a los demás. 27Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el esclavo de todos. 28Yo, el Hijo del hombre, lo hago así. No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás. Vine para dar mi vida por la salvación de muchos.»

Jesús sana a dos ciegos

29Cuando Jesús salió de la ciudad de Jericó en compañía de sus discípulos, mucha gente lo siguió. 30Junto al camino estaban sentados dos ciegos. Cuando oyeron que Jesús iba pasando, comenzaron a gritar: «¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de nosotros y ayúdanos!»

31La gente comenzó a reprender a los ciegos para que se callaran, pero ellos gritaron con más fuerza todavía: «¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de nosotros y ayúdanos!»

32Entonces Jesús se detuvo, llamó a los ciegos y les preguntó:

—¿Qué quieren que haga por ustedes?

33Ellos le respondieron:

—Señor, haz que podamos ver de nuevo.

34Jesús tuvo compasión de ellos, y les tocó los ojos. En ese mismo instante, los ciegos pudieron ver de nuevo y siguieron a Jesús.

Jesús entra en Jerusalén

21Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Betfa*gé y se detuvieron junto al Monte de los Olivos, ya muy cerca de la ciudad de Jerusalén. 2Al llegar allí, Jesús dijo a dos de sus discípulos:

«Vayan a ese pueblo que se ve desde aquí. Tan pronto como entren, van a encontrar una burra atada, junto con un burrito. Desátenlos y tráiganmelos.

Footnotes

  1. Mateo 7:13 Perdición: Es decir, que lleva a la muerte eterna y al infierno.
  2. Mateo 8:2 Puedes sanarme: lit. puedes limpiarme. En tiempos de Jesús, las personas con enfermedades en la piel eran consideradas como impuras delante de Dios. A esas personas no las dejaban vivir con los demás, pues todos tenían miedo de contagiarse de la enfermedad y quedar impuros también. Cuando Jesús sanó a este hombre, le dio la oportunidad de volver a vivir una vida normal.
  3. Mateo 8:4 La ofrenda que Moisés ordenó: Es decir, algunos corderos para ser sacrificados y la ofrenda de harina mezclada con aceite de oliva.
  4. Mateo 8:22 Los muertos: En este caso, muertos se refiere a los que no obedecen a Dios ni confían en él. Esa clase de personas tiene todo el tiempo para dedicarse a cosas menos importantes que seguir y obedecer a Jesús. Pero cuando Jesús dice sus muertos, se refiere a los que han muerto físicamente.
  5. Mateo 9:15 Ayunarán: Los judíos acostumbraban ayunar cuando moría algún familiar o algún amigo, o cuando sufrían alguna desgracia personal o nacional. Por eso aquí el ayuno aparece en relación con la tristeza, aunque en este caso Jesús se refiere a su propia muerte.
  6. Mateo 10:4 Patriota: El texto griego dice cananeo, palabra del idioma arameo que significa celoso o patriota (véase Lucas 6.15).
  7. Mateo 10:15 Sodoma y Gomorra: En los días de Abraham, Dios destruyó esos pueblos porque la gente de allí era muy mala.
  8. Mateo 10:25 Diablo: lit. Beelzebú.
  9. Mateo 10:38 Si no cargan su cruz: Es decir, si no están dispuestos a sufrir la burla y el desprecio de la gente que no cree en Dios.
  10. Mateo 11:12 Otra posible traducción: Desde que Juan el Bautista comenzó a predicar hasta ahora, el reino de Dios ha sido atacado con furia por gente violenta que trata de destruirlo.
  11. Mateo 12:1 En esa época se permitía que los viajeros con hambre arrancaran trigo para comer.
  12. Mateo 12:42 La reina del Sur: Se refiere a la reina del país de Sabá, ubicado probablemente al sur de Arabia.
  13. Mateo 13:1 Se sentó para enseñar: Véase nota en 5.1.
  14. Mateo 15:26 Echársela a los perros: Algunas veces los judíos llamaban perros a la gente que no era judía.
  15. Mateo 16:24 Cargar su cruz: Es decir, estar dispuestos a sufrir las burlas y el desprecio de la gente que no cree en Dios.
  16. Mateo 18:10 Algunos mss. agregan el v. 11: Porque yo, el Hijo del hombre, vine a salvar a los que se habían perdido. (cf. Lc 19.10)
  17. Mateo 18:15 Seguidores: El texto griego usa la palabra hermano, que en el Nuevo Testamento se usa para referirse a los miembros de la comunidad cristiana, es decir la iglesia.
  18. Mateo 18:17 En aquel tiempo, los judíos consideraban traidores a los cobradores de impuestos.
  19. Mateo 20:20 Derecha... izquierda: En aquel tiempo, los oficiales más importantes de todo reino se sentaban a la derecha y a la izquierda del rey.
Bible Gateway passage: Mateo 7-21 - Traducción en lenguaje actual (2024)

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